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Origen (o el comienzo de un guión frustrado)

Huellanegra

Como estamos en la era de la atención exprés o por si simplemente quieres tener una idea general sin entrar en detalles, en los artículos del blog que tengan una extensión algo mayor a las de un tweet encontrarás siempre un resumen en el inicio que sintetiza (a su particular modo) el contenido. Sean bienvenidxs.

Resumen

Intro de un posible telefilme americano / no tenemos capacidad de imaginar / diseño porque me distraigo y planteo cosas (desde la libertad que da no tener hipoteca).

Contenido

Tanquilxs, no soy como Peter Jackson con la saga del «El hobbit», no cobro extra por alargar más de la cuenta el relato. pd: Un saludo Peter.

Somos personas que conviven en una sociedad interconectada en los que cada individuo se comunica con sus iguales de forma que, si viniéramos de hace apenas 60 años, nos parecería casi mágica, digna de una película de ciencia ficción que consideraríamos una locura, fruto y origen de alguna mente levemente perturbada y quizás demasiado aficionada a los cafés a altas horas de la madrugada, de sabor intenso en taza algo desportillada, en la que reza la leyenda “I want to believe” apoyada, como cada día, en una mesa algo desvencijada en la que apenas queda un pequeño espacio, no más de folio y medio, que hace las veces de islote en mitad del océano formado por multitud de hojas, recortes de prensa y libros con títulos algo sugerentes y al mismo tiempo inquietantes mientras de fondo suena un transistor, en el que un par de comentaristas se cuestionan el origen algo difuso (como la propia grabación) de unos sonidos procedentes de un pequeño edificio abandonado, que anteriormente funcionaba como hospital y sanatorio mental en la pequeña ciudad de Kirksville, del estado de Misuri en EEUU, grabados por Anne McTohmas, una joven madre soltera, de pelo cardado, perlas en las orejas y media sonrisa, que intenta salir a flote con dos hijas en una ciudad en la que todo le es hostil, mientras trabaja como camarera de una pequeña cafetería 24h al borde de carretera, de esas en las que unos neones luminosos avisan y atraen como mosquitos a camioneros en ruta, policías de servicio o forasteros perdidos que sólo precisan de un golpe de cafeína para mantener despierta la poca capacidad de atención de la que aún disponen con tal de llegar a su destino, bueno, eso y la excepcional tarta de manzana por la que es conocido el local en 40 millas a la redonda.

De acuerdo, como comienzo de una narración de alguna historia de serie B ambientada en la América de los club de motor, poblaciones en desiertos áridos y largas carreteras sin origen o destino conocido nos podría valer pero ¿qué tiene que ver todo esto con Huellanegra? ¿Diseñas láminas o escribes turras literarias? ¿Existe de verdad una ciudad en el estado de Misuri llamada Kirksville?

El relato tiene el poder de, en base a las experiencias previas que hayamos ido viviendo y recabando, configurar una imagen mental casi nítida

Esta imagen procedente de nuestras referencias vitales, en la que damos forma, color, acción y ritmo a una serie de palabras encadenadas que en nuestra mente se organizan y relacionan entre sí creando escenas con todos sus detalles: seguramente al radioaficionado lo hayáis imaginado con gafas de pasta negras y cabeza algo pobre, nuestra querida Anne vaya vestida con un traje y falda en color rosa con un mandil blanco y en el aparcamiento del restaurante haya un coche patrulla bitono con la estrella del sherif en la puerta.

Mientras estamos inmersos en el hilo del relato narrativo, inconscientemente factores y elementos como la temporalidad, el espacio o la concordancia con los hechos actuales son relegados a un segundo plano y nos permite crear nuestros propios puntos de referencia (con o sin la guía del autor). Por ello, hacer unos espetos en el polo norte mientras tomamos un daikiri con un oso polar que viste gafas Rayban y un sombrero de paja con un cordel de lana rojo rodeando la copa nos puede parecer lo más normal del mundo.

Por desgracia, esa capacidad de crear de la nada escenas maravillosamente orquestadas por el sombrerero loco la vamos relegando a un segundo plano a medida que las obligaciones, las imposiciones del día y la monotonía guiada se va abriendo paso a golpe de facturas, y no es de extrañar, ya que en la mayoría de los casos se nos orienta desde pequeños en seguir caminos lineales, activar un modo de vivir desatendido en el que la reflexión no vaya más allá de si reservamos en uno u otro restaurante (y esto claro, suponiendo que en tu experiencia vital tengas margen para plantearte este tipo de cosas).

No soy una excepción, ni mucho menos, pero por estas señales que te van guiando y marcando las acciones y elecciones que vamos tomando acabé dedicándome al mundo del diseño digital y retoque fotográfico, lo que podemos sintetizar (funcionalmente hablando) en tener la habilidad, con el uso de programas informáticos de diseño y foto-manipulación (por poner una referencia conocida: Photoshop) de poder plasmar escenas o proyecciones mentales (desde el diseño de una APP hasta añadir el fondo adecuado para un modelo en la campaña de publicidad de una compañía aérea) en una imagen.

Si a esto le añadimos la “suerte” de tener la mente habitualmente dispersa y que sólo se centra y para de deambular por los mundos de Coraline si de verdad hay algo le resulta “llamativo”, da como resultado Huellanegra, un proyecto en el que toda esta diáspora de ideas, reflexiones e instantáneas mentales crean una serie de imágenes (sin mucho sentido lógico visto a través los ojos del/la espectador/a común) que forman el proyecto. Viendo estas postales durante un breve momento de pausa y abstrayéndonos ligeramente del arte de vivir en el mundo de lo literal, podremos reflexionar o al menos dar pie a establecer una pregunta sobre aquello que nos afecta como personas que forman parte de una sociedad asentada y acomodada, de periodo de entresiglos (XX / XXI), que evoluciona de forma acelerada, continua y que pese a lo social de su leitmotiv relega a un segundo plano la empatía.

O si no, como de vez en cuando suelo decir a los clientes en las reuniones de diseño, si lo que ves te gusta qué más da lo que se haya pretendido buscar; disfrútalo.

¡Salud!


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